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Por diseñar castillos sin almenas perdí, otra vez, las llaves de mi casa.

martes, 11 de enero de 2011

Y te volví a soñar

A la edad de sesenta y cinco, o sesenta y cuatro(documentos erróneos no confirmaron tu verdadera edad), fallecía inmerso en una noche sin luna, ni estrella, ni guía. Te soñé;
 Esperando a la madrugada callado y, cuando creíste que amanecía, quisiste forzar tus ojos para ver la luz del alba... pero el alba no llegaba. Y la ansiedad se apoderó de ti, pensando que tus manos no se moverían, rompiendo con el miedo de creerte muerto entre tanto silencio, impulsabas tus brazos, te incorporabas.. De la cama fuiste a la ventana, pero no veías nada... encendiste la lámpara de la mesilla..seguías sin ver nada. Tiraste la lámpara, gritaste, lloraste (en ese momento me di cuenta...que nunca te vi llorar), jadeaste, te revolviste. Para cerciorar tu estado vital, te golpeaste hasta los umbrales del dolor. De rodillas, en el suelo, en alguna parte de la habitación, con los puños atacándote, señalándote las piernas, con la cabeza levantada, intentado separarla de tu cuerpo, pedías auxilio. Pero tu alma ya había partido, encarcelada entre paredes de carne y barrotes de hueso.
Yo forzaba la puerta. Te encontraba en ese estado. Le suplicabas ayuda a una pierna, o a un brazo... Notabas mis manos, oías mi voz...pero seguías sin ver nada, y ya, cansado..te dejaste llevar..
Quizá pasó un día, quizá una semana. Secuestrado en ti mismo, sólo eras capaz de respirar, ese aire esterilizado que, de tan limpio, olía a muerte mal lavada, que deja rastro en las heridas formando cicatrices inmaculadas que cierran, pero no callan. Estabas en el hospital. En él te aseaban, te peinaban... Al negarte a comer, te pusieron el sueron, la aguja te taladró y el líquido espeso se arrastraba por tus venas dándote una vida de la cúal tú ya renegabas, una vida que te obligaba a curvar el torso y a hundir tu cabeza en el almohadón. Con la aguja, un poro... un ladrillo había caído, dejando un hueco en tu muro, transparente para nosotros, infranqueable para ti. Tu único contacto con el exterior era la caricia de una mano en tu cabello.
Cuando te recuperaste un poco, pediste hablar con el médico, te ayudaron a sentarte en la silla de ruedas. Al poner los pies en el aire, el vacío te absorvió y chocaste contra el suelo.. sentarte en la silla te resultó como comprar un billete en una atracción de feria; vueltas y más vueltas, corriendo por el aire, mareándote entre voces que te esquivaban o traspasaban.
En el despacho, el médico te saludó por tu nombre. No estaba solo. Unos labios te besaron en la frente y te preguntaron, con una voz grave saliendo de los mismos que besaron suavemente, cómo te encontrabas. Pero tú seguías sin ver nada, que el médico era tal, lo deduciste..el beso lo sentiste, las palabras las oíste.. pero todo era oscuridad... "Bien", respondiste... intentaste palpar a tu alrededor, hubieras querido tocarme, pero sé que te hubiera bastado con tocar al médico(supuesto), la mesa de su despacho... pero no sentías nada más allá de tu nueva casa(tu silla)..
Y de repente...estabas en la calle...silencio, en casa..silencio.. Silencio sobre silencio. Silencio perpetuo, inmutable, aplastante...
Y de repente...desperté...en silencio... igual que el tuyo...aplastante..

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