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Por diseñar castillos sin almenas perdí, otra vez, las llaves de mi casa.

jueves, 10 de enero de 2013

Quiero...

Y hoy quiero...
La casa del árbol que nunca se contruyó.
Que llueva purpurina, se me pegue a los pies,
convertirme en Campanilla y que no exista durante la lluvia Wendy.
Quiero llorar de risa y no dejar de reirme de mí.

Quiero ver mundo.
Y que en el mundo que vean mis ojos también llueva purpurina.
Que no haya ricos ni pobres,
ni angustias ni miseria.
Quiero un mundo de colores.

Quiero meter mis últimas lágrimas en una botella de cristal,
lanzarla al mar,
y que el desconocido que la encuentre
(al otro lado del mundo de colores)
las vierta en sus ojos y al derramarlas consiga entenderlas.

Quiero jugar a las películas,
volver a ser niña,
ser Giosué y que tú revivas y poder verte como al extravagante Guido.
Y que me hagas sentir que la vida es bella..

O jugar a las películas,
sin padre a la vista.
Yo seré Debby Reynolds y aparecería Gene Kelly
y bailaríamos bajo la lluvia (de purpurina)
hasta que las gotas borraran los malos recuerdos,
y todas las bocas aprendieran a sonreír..
Aprender a usar el paraguas para volar...

Y que el final feliz sean las escaleras a la casa del árbol...

Y es que hoy quiero...
                                                                 Volver a ser un niño


sábado, 5 de enero de 2013

Una especie de pérdida

Usados en común; estaciones del año, libros y una
música.
Las llaves, los boles de té, la panera, sábanas y una
cama.
Un ajuar de palabras, de gestos, traídos, empleados,
gastados.
Un reglamento de casa observado. Dicho. Hecho. Y
siempre alargada la mano.
De inviernos, de un septeto vienés y de veranos me he
enamorado.
De mapas, de un poblacho de montaña, de una playa
y de una cama.
Con fechas he hecho un culto, promesas he declarado
irrevocables,
he adornado un algo y he sido devota delante de una
nada.
(-de un periódico doblado, de las cenizas frías, del
papel con un apunte)
impávida ante la religión, porque la iglesia era esta
cama.
De la vista de un lago surgió mi pintura inagotable.
Desde el balcón había que saludar a los pueblos, mis
vecinos.
Junto al fuego de la chimenea, en la seguridad, mi
cabello tenía su color más intenso.
La llamada a la puerta era la alarma para mi alegría.

No te he perdido a ti,
sino al mundo.
                                                (Ingeborg Bachmann)