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Por diseñar castillos sin almenas perdí, otra vez, las llaves de mi casa.

jueves, 23 de mayo de 2013

Un día (quizá demasiado tarde) cambié el punto y final por los puntos supensivos, con el objetivo de que tras ellos colocáramos y comparáramos nuestras ausencias...

Por cada punto un defecto compartido,
pero no supimos nombrarlos,
tú y yo no sabíamos comunicarnos
y decidimos obviarlos...

Hoy creo que en una lista de reproches
el resultado hubiera sido un empate,
por aquel entonces creo que los dos lo sabíamos...
y por eso no la comenzamos...

Pero lo bueno de los puntos (suspensivos o no)
es que deben ir seguidos de una mayúscula
que vino a ser como un nuevo comienzo...

Aún así...
El nuevo comienzo fue la historia de siempre.
Lo único que consiguió cambiarla fue tu enfermedad,
porque entonces ya era tarde para reproches,
para seguir culpándonos el uno al otro.
Yo siempre fui la mala hija,
la hija ausente,
tú siempre fuiste el mal padre,
el padre ausente...

Lo más triste fue saber que tras esa última ausencia,
tras esa despedida sin adiós,
no volverían a haber intentos de reencuentros fallidos.

Hizo falta tener la certeza de tu ausencia definitiva
(cuando aún seguías allí pero ya no eras tú)
para reconocer que tú no eras un "padre al uso",
para reconocer que yo no fui una hija fácil,
para descubrir que te quise siempre.
Y te quiero.
Y te querré.


4 comentarios:

  1. Joder, qué hermosamente doloroso. Hace daño.

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  2. Cierto, hace daño.
    Me he quedado con la vista
    fija en la pantalla,
    mirando más allá
    de la distancia,
    más allá del silencio.
    Y me he quedado sin palabras.

    DonJosé


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  3. Hay que aprender a hablar... (a tiempo)

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