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Por diseñar castillos sin almenas perdí, otra vez, las llaves de mi casa.

martes, 9 de febrero de 2010

Antonin Artaud (fragmentos)

Marzo 1946
El hierro del yo,
la razón del yo.
 Tengo la vida perpetua, donde eso me indica echo raíces, o donde por antojo o fantasía decido echarlas, es decir, Cristo o Anticristo, siempre entre los dos.
 No le dejo nada a nadie, ni siquiera una flor. Quiero que descanse la cáscara de huevo y que nunca sea útil para el placer de la creación. Crear es una terrible agonía y una insoportable sofocación, un deber y un martirio sin alegrías para uno mismo, salvo las gracias, y eso es todo. Debe ser en primer lugar un padecimiento sostenido por el opio.
 La compensación se encuentra en gozar obscenamente sin retroceder de todo lo que se quiere destruir.
[...]
 Me siento muy cansado, necesito dormir y los cristianos se abusan de mi desgano frente a todo para arrastrarme fuera de la carne que es el producto del esfuerzo,
el sexo sobre el soplo a la derecha,
tijeras.
 Pero para eso se requiere una gran fuerza o una gran debilidad.
 La Virgen sólo vivió de la necesidad de reemplazar al hombre por la mujer ya que ella es la afamada serpiente.
 "Prepara tu caja" me ha dicho la Virgen, "no sabes como funcionan las cosas y tu ser".
Yo digo: "Funcionan por mi voluntad, una caja llena de clavos, eso es todo, una tras otra."
 Pero Lucifer no es la Virgen Santa, la Virgen Santa es Lucifer.
[...]
 Reniego de la misa y el bautismo.
 En la dimensión erótica interna, no hay acto más nocivo que el descenso del presunto Jesucristo a los altares.
 Descreerán de lo que digo y puedo observar desde aquí, como el público se encoge de hombros, pero el denominado Cristo es quién consintió vivir sin cuerpo, mientras una manada de hombres, bajando de la cruz en la que Dios creía mantanerlos clavados, se sublevó, y ahora, esos mismos hombres, bien provistos de hierro, sangre, fuego y esqueletos se adelantan, denostando al Invisible, para acabar al fin con el juicio de Dios.

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