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Por diseñar castillos sin almenas perdí, otra vez, las llaves de mi casa.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Cura de primavera - Paul Morand

Para aquel que no quiere ver
que las dictaduras, los vértigos, las doctrinas,
las drogas,
las orquestas, las herejías, los horizontes
están cuestionados.
No habría que confundir
el sistema de alcantarillado y el motocultivo
con el paraíso.
Algunos han resbalado sobre esta viscosa palabra: lujo.
Y se han matado.
Hemos advertido el fallecimiento
de un gran número de comerciantes franceses
que había querido dejar de pertenecer a
Órdenes Contemplativas.
Un ministro negro inaugura el osario:
con un arrebato cabruno.
Cogió por la cintura a la cantante subvencionada
que recitaba la oda fúnebre
en un vestido de pana naranja
con encajes de Irlanda en las mangas,
y el himno a la producción se le quedó en la garganta.
El combate entre gordos y flacos terminó.
Las masacres entre flacos empiezan.
Un jugador de golf no produce calorías.
Si hay que quitar refinamientos
no se perderá gran cosa.
Muchedumbres cargadas de odio.
Paciendo la desconfianza en los pastos del asfalto
vacilan a la hora de las bebidas heladas,
sobre un mundo anémico por sangrientas locuras.
Escalas pobres, catálogos de sensualidad,
ninguna evasión por este lado.
Sin arriesgar encantamientos.
Podemos hacer el peritaje de nuestro corazón:
El peso del mundo está mal repartido,
hay que volver a empezar desde cero,
hay que volver a empezar desde el nivel de la tierra.
Y del mar.
Prestad vuestra ayuda a una obra de caridad:
Hay que volver a hacer el mundo.
                                       . . .
Para que tantas cosas malas
que aún persisten, fueran destruidas
¿era necesario destrozar
tantas cosas buenas que ya nunca serán?
                                                     

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