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Por diseñar castillos sin almenas perdí, otra vez, las llaves de mi casa.

lunes, 25 de marzo de 2013

La despedida

Vuelves,
muchos, muchos años después.
Vuelves al lugar que te ayudó crecer a golpes,
a destiempos.
Vuelves al lugar al que juraste no volver a pisar.
Y vuelves... justo el día más triste de tu vida,
no querrías estar allí,
Él no querría que estuvieráis allí,
pero tú pareces ser la única en saberlo.

(Esto es para pedirte perdón por no haberme negado aquel día,
por no haber evitado que gente que no desearías que te diera el último adiós...
quisieran ser las organizadoras del evento,
entiéndeme, no supe (como tantas otras veces) reaccionar,
entiéndeme, aquel maldito lugar me hizo más daño a mí que a tí...)

Encontraste nuevos rostros,
pero también rostros que más de una tarde
supieron arrebatarte la niñez...
sin darte nada a cambio.

No debes volver, te dices ahora a tí misma,
porque aquel lugar que ya era (y siempre fue)
inhóspito para tí, ahora lo será más,
porque tiene la innecesaria virtud de hacerte padecer
el mal incurable del desánimo.

Y tú, que quisiste creer que el tiempo
había deshilachado cada hilo de aquel uniforme
de muchacha enferma,
que había convertido en cenizas aquellos ojos feroces
que nunca tuvieron clemencia..
Vuelves... y ves ese rostro, hoy envejecido
que habla y te dice que siempre fuiste una niña coherente.

No quieres escucharla,
no quieres mirarla,
no quieres sentarte a la mesa a comer
que tantas malas digestiones te causó,
porque aparte de niña coherente,
siempre fuiste niña mala comedora...
Y eso tenía consecuencias...

No debes volver,
debes dejar que los años transcurridos en aquella prisión,
donde caías una y otra vez,
donde pasaste hambre, frío y miedos (interminables miedos),
donde cada travesura de niña era pecado mortal
al cuál siempre se imponía una penitencia de adulto,
donde nació tu ateísmo,
donde empezaste a dejar de creer en el ser humano,
donde nunca jugaste,
donde sólo tenías que estudiar,
limpiar, fregar, servir comidas y cenas,
arreglar uniformes
y buscar las parejas de los calcetines...
queden tan solo en tu memoria...
pero sólo con la intención de que te hagan revivir
el día en que tu padre dijo "Basta",
el único día de tu vida en que tu padre fue "El Héroe"...

Y has de ser sincera, no digas que te gustaría perdonarlas,
nunca has querido hacerlo...

Y al final del último acto, por fin,
la venganza (en dos actos);
La niña mala comedora dejó el plato intacto,
esta vez tenía la excusa perfecta...
y no habrían consecuencias.
La niña coherente,
al contrario que todos los allí reunidos
no se despidió con besos en las mejillas
en los rostros envejecidos
que le robaron la niñez
(sin darle nada a cambio)...

Porque hubiera sido incoherente consigo misma...

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