No me sale la voz.
Ni un leve sonido.
Cada sílaba escuece en la garganta.
Me pregunto si, pese a ello,
habrá alguien capaz de escuchar
mis gritos inaudibles.
Si habrá alguien que quiera quedarse,
que pueda llegar a entender
quién soy.
La realidad me exige demasiado.
Y a veces no puedo evitar
quedarme a las puertas
rascándome las heridas,
incapaz de entrar,
arrancándole las costras al silencio.
Estoy sola
porque ni siquiera estoy conmigo.
Sólo intento anestesiar el dolor,
ese que está tras la puerta...
Mantengo la calma,
cumplo las reglas,
cuento las horas.
Y me aclaro la garganta...
justo antes de regresar a casa
para volver a buscar una nueva forma
de gritar sobre un papel...
Tengo miedo.
Cada sílaba escuece entre los dedos...
Soledad sin olvido
ResponderEliminar==============
¡Qué pena ésta de hoy!
Haberlo dicho todo,
volcando por completo
lo que pesaba tanto,
y ver luego que todo
se queda siempre dentro,
que las palabras fueron
espejos engañosos,
cristales habitados
por fantasmas sin vida;
que todo queda dentro
con sus negras presencias,
insistentes, doliendo.
—Manuel Altolaguirre—
Trece miedos, trece intentos,
ResponderEliminaruna derrota.
Abre la puerta... sin pensar,
y las sílabas que ahora escuecen
pueden dar la cifra que buscas.
No importa que no te vean,
o que se te olvide quién eras
con el camino a medio cruzar.
Tras un pequeño cabreo...
llega la victoria.
(No me juzgues)