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Por diseñar castillos sin almenas perdí, otra vez, las llaves de mi casa.

miércoles, 27 de febrero de 2013

Historias ajenas a la hora del café (2)

Aaminah se sienta en la barra y pide amablemente y en un perfecto español un vaso de leche caliente, sonríe al darse cuenta de que la camarera le sonríe, han hablado alguna vez de temas triviales...  Pero hay demasiadas veces, cuando lleva ese pañuelo, en que nadie lo hace. A su espalda, sentadas en una mesa, dos mujeres consiguen que la sonrisa de Aaminah deje de ser visible. Una de ellas, al parecer recién salida de la peluquería murmura con intención de ser escuchada y hace comentarios poco corteses sobre el pañuelo que cubre sus cabellos...
Aaminah, ya sin sonrisa, da pequeños sorbos a su vaso de leche mientras las nobles señoras siguen su conversación sin tratar en ningún momento de disimular su desprecio.
Las escucha hablar sobre lo mal que actuó en su día el gobierno dejando entrar inmigrantes por las buenas, que eran todos unos delincuentes y ladrones. La otra mujer de la mesa, más despeinada que su amiga, intenta darse aires de erudita, asiente y se queja de las ayudas que el estado les había ofrecido; "Todas para esa gentuza, nos van a echar de nuestro país como ellos vinieron, en patera."
La señora bien peinada parece seguir en su intento de querer que la joven Aaminah se diera por aludida quejándose de que gente con peinados tan artísticos como el suyo tuvieran con sus impuestos que ayudar a gente que no se preocupaba en presumir de cabello, y que encima, ellos vinieron a quitarle el puesto de trabajo a sus hijos y sus nietos, que por su culpa estaban las cosas como estaban en este país.
Aaminah intercala su mirada entre el reloj colgado de la pared y la puerta del bar, ha terminado su vaso de leche y parece sentirse incómoda de seguir sentada allí una vez efectuada su consumición...
Las mujeres a su espalda siguen a lo suyo, convirtiendo ya sus murmullos hirientes en voces del todo retadoras... mientras entra un apuesto muchacho (español, español) que se dirige directamente a Aaminah;
-Dime, ¿cómo ha ido? -le pregunta.
-Bien, -contesta ella, que de nuevo luce una estupenda sonrisa- es una niña.
-Entonces... se llamará como tu madre, Carmen, ¿no?

Seguían con su conversación cuando llegó un señor conocido en el barrio por ser el presidente de la falla, que pidió un carajillo, se acercó a la mesa de las señoras a saludarlas, que dejaron sus murmuraciones para saludar efusivamente al Señor Presidente de la Comisión, que acto seguido, cogió su carajillo y se situó al lado de Aaminah y el apuesto muchacho;
-Ya me ha dado la buena noticia tu madre, así que para este año... vamos a tener a una fallera mayor con tripita...

Aaminah seguía sonriendo, el apuesto muchacho sonreía, el Señor Presidente sonreía, la camarera sonreía.
Las dos señoras con el pelo descubierto no sonreían y ya ni murmuraban.
Salieron del bar los tres juntos, Aaminah* radiante... era inútil declararle la guerra, su nombre significa todo lo contrario.

(Resultó ser que Aaminah había nacido en España, de madre española y de padre....¿de verdad importa?)

*Aaminah; Dama de paz y armonía.

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