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Por diseñar castillos sin almenas perdí, otra vez, las llaves de mi casa.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Fue un día raro.
Y no fue hoy.
Me levanté con fiebre.
El ascensor vino a buscarme sin que lo llamara.
Un anciano me regaló una estampita curativa (aún por comprobar).
Mi moto perdía aceite mientras se me cruzaba un gato negro.
Al teléfono de ese que tiene mi misma sangre contestó su "compañera",
pero no fuí yo quien llamé.
Una rubia me dijo que tenía un piso en alquiler para el de la compañera desconocida.
Uno que no conocía de nada me quiso contratar.
La fiebre bajó.
Entré en calor.
A la hora de cerrar oí ruidos fuera.
Me puse nerviosa.
Guardé el teléfono y el dinero en la chaqueta (por si acaso).
Seguí oyendo ruidos.
Levanté la persiana para salir.
Por una vez no se atascó.
Un par de biciletas.
Un carro (de los de bebés).
Cajas de naranjas vacías.
Trozos de madera.
Algo más irreconocible.
Todo esparcido en la acera.
Justo delante de la persiana.
Un señor apoyado en la farola
diciendo que eso no era suyo.
Pregunté (conocía al señor).
Nada.
Última vuelta a la cerradura.
Me dejé las llaves de la moto dentro.
Vuelvo a entrar.
Llamo a mi jefe.
Cojo las llaves.
Vuelvo a cerrar.
El señor me da las buenas noches.
Luego dice que no se arrepiente.
Me toca dar la vuelta.
Hay obstáculos que me impiden seguir recto.
Y otra vez el frio.

En días así me siento normal.

6 comentarios:

  1. Irremediablemente... cotidiano... ♫

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  2. Es que un día que no sea raro deja de ser normal, bendita sea la rareza pues y es que lo común no tiene demasiado sentido, ¿no?

    Te enlazo al otro blog... al anormal, claro ;-)

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  3. La sigo. De forma esporádica, ya lo sabe usted.
    Un saludo muy afectuoso, querida Josephine.

    DonJosé (Bakunin)

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