Volver atrás,
salir por la puerta trasera,
lanzar todo lo que pesa,
ver como la piel se estira frente al espejo,
como los ojos dejan de gritar...
Volver atrás,
a esos días de andenes sin tranvías,
marcha atrás;
que los días de ceniza vuelvan al cenicero,
entre cuerpos conocidos y extraños
que hacen pausa en los andenes,
las lágrimas remontando a contracorriente
vuelven a mis pestañas hasta evaporarse,
y las hojas vuelven al calendario,
y las oportunidades a los sueños,
y los minutos a los relojes.
.
Los contratos de permanencia vuelven al cajón oscuro
de dónde salieron,
y la tinta de mis firmas
al gris de sus bolígrafos.
Y las cajas embaladas deshaciendo mudanzas,
y los regalos empaquetados,
y las entradas de conciertos,
y las listas de la compra
que siempre dejaban espacio de sobra en la nevera...
comienzan a cobrar vida desde cubos de basura inexistentes.
Y desaparece la niebla;
los enfermos abandonan hospitales,
los barcos varados vuelven a faenar,
los aviones regresan al punto de partida,
los trenes no sufren más...
Las despedidas se convierten en encuentros,
los prejuicios abandonan las conciencias,
las libretas quemadas aprenden a sofocar incendios.
Algunos muertos resucitan,
otros que se queden donde están...
La grieta de mi tejado se abre...
y se lo lleva todo.
Después vuelve a ser grieta
y me permite sólo rescatar deseos...
Vivir sin contratos. Lo otro, no puede ser vivir.
ResponderEliminarVivir para contarla. Lo otro es renovarse (o volver a vivir en el intento).
ResponderEliminarSaludos a ambos.-
Joder, ¡qué buen expurgo!
ResponderEliminar