Hay veces en las que soy...
lunes.
Y menguo
perdida en mi entropía.
Me paso la vida pagando deudas
que no recuerdo cuando
ni con quien contraje.
Respondo a lealtades invisibles,
ancestrales,
con huídas épicas
y atrincheramientos mentales.
Soy un lunes,
a destiempo...
con un complejo de incredulidad
de dimensiones bíblicas.
Por eso escribo a brochazos
en el techo
de mi agrietada habitación.
Soy un lunes,
tan a menudo...
de esos difusos,
con regusto amargo a domingo
tan disfuncional
como un adolescente sin smartphone.
Aún así...
es domingo.
Pero yo soy lunes otra vez,
y como el resto del mundo...
me odio.
Añoro cuando era viernes,
incluso un sábado resacoso
añoro saberme pérdida
e improductiva
echada a perder
pero querida
en mi decrepitud ociosa.
Soy hoy...
tan lunes:
mi vida me da pereza,
el ron y los paraguas...
nostalgia.
Como lunes,
lo habrás notado,
tengo un don:
la autocompasión.
Si me estás escuchando,
hazme viernes,
hazme día de fiesta.
O hazme...
a secas.
Feliz día de nocumpleaños.
ResponderEliminarY hoy es lunes, no hay que preocuparse. Por el momento vas bien. Mañana será otro día. Deseo que martes. Al menos.
Animo!!! Tu consciencia te protege...
EliminarOjo con los días festivos, a veces mejor seguir siendo lunes...
ResponderEliminar___________________________
«El hombre no ama la libertad, es mentira, no sabe qué hacer con la libertad, apenas es libre, se dedica a abrir cómodas de vestidos y ropa blanca, a ordenar viejos papeles, busca fotografías, documentos, cartas, va al jardín y escarba la tierra o anda totalmente sin sentido ni objeto en cualquier dirección, sea la que fuere, y lo llama paseo.
Y qué hay más terrible que un paseo de sábado por la tarde, como visita a parientes o conocidos, en el que se satisface la curiosidad y se destruyen las relaciones con esos parientes o conocidos.
Y nada es más ridículo que el deporte, esa coartada favorita entre todas para la absoluta falta de sentido del individuo.
Es evidente que quien no se refugiaba en una actividad y creía poder pasar el tiempo sólo meditando y superar su estado mental amenazado y, muy a menudo, mortalmente peligroso, por medio de la meditación y la reflexión, se abandonaba rápidamente y, además, al ciento por ciento, a su desgracia personal.
Durante toda la semana, todo lo que tiene que hacer a un hombre insatisfecho e infeliz, porque está tan concentrado en la insatisfacción y en la infelicidad, se encuentra contenido, pero el sábado, después de terminar el trabajo, su insatisfacción y su infelicidad están otra vez presentes y, de hecho, presentes cada vez con mayor brutalidad. Y todos intentan descargar los sábados en otro su insatisfacción y su infelicidad. La insatisfacción e infelicidad se llevan después de terminar el trabajo a casa, donde al fin y al cabo no esperan más que insatisfacción e infelicidad, y se descargan en casa.
El sábado ha sido siempre el día de los suicidios.»
—El sótano, Thomas Bernhard—