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Por diseñar castillos sin almenas perdí, otra vez, las llaves de mi casa.

domingo, 19 de febrero de 2017

Hay veces en las que soy...
lunes.
Y menguo
perdida en mi entropía.

Me paso la vida pagando deudas
que no recuerdo cuando
ni con quien contraje.

Respondo a lealtades invisibles,
ancestrales,
con huídas épicas
y atrincheramientos mentales.

Soy un lunes,
a destiempo...
con un complejo de incredulidad
de dimensiones bíblicas.

Por eso escribo a brochazos
en el techo
de mi agrietada habitación.

Soy un lunes,
tan a menudo...
de esos difusos,
con regusto amargo a domingo
tan disfuncional
como un adolescente sin smartphone.

Aún así...
es domingo.

Pero yo soy lunes otra vez,
y como el resto del mundo...
me odio.

Añoro cuando era viernes,
incluso un sábado resacoso
añoro saberme pérdida
e improductiva
echada a perder
pero querida
en mi decrepitud ociosa.


Soy hoy...
tan lunes:

mi vida me da pereza,
el ron y los paraguas...
nostalgia.

Como lunes,
lo habrás notado,
tengo un don:
la autocompasión.


Si me estás escuchando,
hazme viernes,
hazme día de fiesta.
O hazme...
a secas.


















3 comentarios:

  1. Feliz día de nocumpleaños.

    Y hoy es lunes, no hay que preocuparse. Por el momento vas bien. Mañana será otro día. Deseo que martes. Al menos.

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  2. Ojo con los días festivos, a veces mejor seguir siendo lunes...

    ___________________________

    «El hombre no ama la libertad, es mentira, no sabe qué hacer con la libertad, apenas es libre, se dedica a abrir cómodas de vestidos y ropa blanca, a ordenar viejos papeles, busca fotografías, documentos, cartas, va al jardín y escarba la tierra o anda totalmente sin sentido ni objeto en cualquier dirección, sea la que fuere, y lo llama paseo.

    Y qué hay más terrible que un paseo de sábado por la tarde, como visita a parientes o conocidos, en el que se satisface la curiosidad y se destruyen las relaciones con esos parientes o conocidos.

    Y nada es más ridículo que el deporte, esa coartada favorita entre todas para la absoluta falta de sentido del individuo.

    Es evidente que quien no se refugiaba en una actividad y creía poder pasar el tiempo sólo meditando y superar su estado mental amenazado y, muy a menudo, mortalmente peligroso, por medio de la meditación y la reflexión, se abandonaba rápidamente y, además, al ciento por ciento, a su desgracia personal.

    Durante toda la semana, todo lo que tiene que hacer a un hombre insatisfecho e infeliz, porque está tan concentrado en la insatisfacción y en la infelicidad, se encuentra contenido, pero el sábado, después de terminar el trabajo, su insatisfacción y su infelicidad están otra vez presentes y, de hecho, presentes cada vez con mayor brutalidad. Y todos intentan descargar los sábados en otro su insatisfacción y su infelicidad. La insatisfacción e infelicidad se llevan después de terminar el trabajo a casa, donde al fin y al cabo no esperan más que insatisfacción e infelicidad, y se descargan en casa.

    El sábado ha sido siempre el día de los suicidios.»





    —El sótano, Thomas Bernhard—

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